«El niño vuelve a tener un virus» …, «Esto es que debe estar incubando algo … ..»
Quién no ha oído nunca estas frases? Cuando nuestro hijo está un poco decaído, un poco «chafado», pensamos que está a punto de ponerse enfermo. Pues nada más cierto …
El sistema inmunológico es un sistema que al nacer, es del todo inmaduro, de momento aprovecha la inmunidad materna que se transmite a través de la placenta. Esto se llama Inmunidad natural pasiva. El bebé, perderá por completo esta inmunidad de préstamo, a partir del sexto mes de vida. A medida que se vaya poniendo en contacto con los diferentes virus y bacterias, irá creando su propia. Desde el primer día que se ponga en contacto con un microbio.
Hasta los 5 años aproximadamente, el sistema inmune va madurando hasta convertirse en un sistema maduro, un sistema con memoria inmunológica. Y cómo lo hace? Como he comentado antes, poniéndose y contacto con los virus. Si tenemos en cuenta que existen más de 200 virus comunes, y que debemos defender de todos ellos, o de la gran mayoría de ellos, nos toca prácticamente luchar contra un virus a la semana durante nuestra primera infancia. Algunas veces lo notaremos más, y algunas veces menos.
La mayoría de cuadros víricos suelen afectar a las vías respiratorias superiores e inferiores, provocando mocos, tos, dolor de garganta, fiebre o no, dolor de oídos, dolor de cabeza …. Y también afectan al aparato digestivo, con dolor de estómago, vómitos, diarrea …
Pero como comienzan los síntomas de las infecciones? El niño tendrá malestar, debilidad, o sencillamente tendremos la sensación de que el niño está «apagadito». Estas señales nos dicen que algo no funciona del todo bien al cuerpo de una persona.
La invasión por un virus desencadena toda una serie de mecanismos de defensa muy complejos, que se denominan Inmunidad. En primer lugar, el contacto del leucocitos con el germen, liberan una serie de supersustancies químicas que cambian el metabolismo y también hacen aparecer un aumento de temperatura corporal. Aquí tenemos una explicación mucho y muy sencilla de los síntomas de la «incubación» (llamados pródromos), pero en realidad es un proceso mucho más complejo.
Después de que los leucocitos entren en contacto con el germen o virus, hay algunos que lo matan directamente (los fagocitos), y los hay que lo detectan para crear los anticuerpos (los linfocitos).
Estos linfocitos memorizan el virus y el anticuerpo que han fabricado, por lo que, en un nuevo ataque por este mismo virus, la respuesta será tan rápida que el virus no le da tiempo de provocar enfermedad.
Por eso, cuando el niño tiene ya 4 años o más, vemos que ya no se suele poner «pochito», y que casi no se pone enfermo. Para que el sistema inmunológico, que ya ha estado en contacto con muchísimos virus, quizás 200.
Y ahora ya es casi maduro del todo. Y ya está haciendo su trabajo, que es defendernos de los microorganismos y las enfermedades, sin ponernos enfermos.
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